Cristo la roca
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En las olas inmensas de embravecido mar, que asaltan a mi alma la pobre embarcación: De rodillas a Cristo clamé, y el huracán deshecho fue al instante a la voz de Dios.
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Es Cristo la Roca,
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el ancla de mi fe;
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los males, lamentos,
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y ayes de temor, terminan por siempre, con mi supremo Rey; es Jesucristo mi refugio.
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2
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Me guarda de peligros, de pruebas, de dolor; él manda que los vientos no agiten tempestad: Los mares se detienen, la ola reposó,
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y en Cristo fijo el ancla, confiando más.
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3
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Mi dulce Salvador, sí,
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mi hermoso amigo y Dios, que libra de tristezas y aleja amarga hiel:
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Por fe yo iré al cielo, mansión del ser de amor,
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la fuente inagotable de dicha y bien.